viernes, 1 de marzo de 2019

RUNAS

La mujer tiene un sueño.

No despiertes.

Corre las cortinas con delicadeza; se desliza del lecho y lo arropa. Se diría que es un pájaro y ella la jaula.

Si el amor no te cabe en el cuerpo, el fuego consume rincones. Podría empezar por los pies y hacer esclavitud de tu mano extendida; aunque, casi siempre, lo hará por las vísceras ciegas: estómago o corazón. Aparentemente, nadie nota las llamas; pero tú, mujer, sabes que al deseo no se le dan los secretos.

Ella, una granada temblando contra el aire.

¡Peligro! El sueño abre los ojos.

Ella se mira allí, en el dolor del mar. Ve sus ciudades derruidas y los primeros habitantes resistiéndose a agotar el sonido. Escribe.

Paladearía milenios en tu boca; exprimiría edades sin otro calendario; cosería mi nombre a tu garganta, con tal que no me pronuncies más amor que el silencio.

I. Martínez

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