miércoles, 13 de noviembre de 2019

PREVENIR EL INVIERNO

PREVENIR EL INVIERNO
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Pensó que podría prevenir el invierno
y sazonaba el café con pétalos de flores.
Se miraba en los cráteres de la luna
como quien busca respuestas en el fondo del pozo.
Soy hermosa, se dijo, y se olvidó de rezar
a las pequeñas cosas que nunca necesita.
Aquel día aprehendió la épica de las nubes
y se dejó tender en una cama sin puñales.
El hambre de unos ojos quiso cortarle el paso,
pero sus piernas decididas son peonzas
que vuelcan las fronteras y los límites.
Cuando la vida le sonríe sin premeditación,
yo la llevo orgullosa colgada de mi pelo,
con esa leve ambición de golondrina
con que destierra el invierno de mi mente
y deja una huella cadenciosa
en las tardes moribundas.
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I Martínez

domingo, 10 de noviembre de 2019

NO LA CONOCEN

Mi pequeño homenaje a Gloria Fuertes. Copio al final un poema suyo al que hago referencia en el mío.

NO LA CONOCEN

A Gloria no la conocen,
solo saben que eran niños
y escuchaban sus poemas
graciosos, llenos de mimos.
Pero Gloria era mujer,
ser humano, triste, hambriento,
golpeado por la vida,
por odio y rencores viejos.
Igual que cantó ternezas
desgajaba cada día,
en verso, gritos de fuerza;
contra el fuego, rebeldía.
La quisieron someter,
y su voz firme, sincera,
flotando llega de ayer,
haciéndole una peineta
a estatuas de dictadores
que suicidan sus quimeras
e Historia pone en su sitio,
donde no te afrente verlas.

I Martínez

Os copio el poema de Gloria al que me refiero:

Se suicidó
la estatua del dictador.
La estatua vivía en el centro del estanque.
Una noche de viento
la estatua se lanzó al agua.
La estatua del dictador
murió ahogada.

Sólo las gaviotas la echaron de menos.

Gloria Fuertes. Mujer de verso en pecho, 1996.

sábado, 2 de noviembre de 2019

GÓNGORA

Me hacía gracia homenajear a Góngora y aquí os lo dejo. Empezaron siendo dos décimas, se me transmutaron en intento de soneto y acabó como un engendro de dos cuartetos y dos serventesios. Espero que me lo perdone.

GÓNGORA

Que Góngora era oscuro lo confieso,
que ensartaba latines en morcillas
y no escribió a derechas sus letrillas.
Leer sus Soledades es un hueso,
a menos que te instruya algún profeso,
que te muestre en sus versos maravillas
que no se vieron en las dos Castillas.
Nadie topa su pluma y sale ileso.
Dicen que era irascible su gran ego,
con dados se pagaba los halagos,
que fue guloso más que mujeriego,
y con su hacienda el juego hacía estragos...
Vate culto elegante en su escondite,
su poesía es mito y es canción.
¡Quién pudiera lograr que resucite
y triunfe con su inmensa erudición!

I Martínez

CERNUDA

Herida indecisión no es el deseo;
lo que duele es la carne en la mañana
teñida del silencio de una boca
que se cierra sin pronunciar la verdad de tu nombre,
la mentira de los cuchillos que afila la madrugada
cuando lloran los gallos la ausencia de la luna,
cuando frotan las veletas los errores de los sueños despiertos.
Llevaste dignamente tu exilio de granito
contra la tristeza que arrastra un ser sensible,
y fuiste la oración inacabada de los zapatos que preguntan
por caminos de hierba y aires en desorden.
Ven a cantar la respuesta de cuerpos-precipicio
buscándose en la noche con los puños abiertos
y las certezas cerrándose sobre los harapos de la rutina.
Ven a gastar tus cartas de ciervo moribundo
en el oasis inexiste de los placeres sorprendidos,
de las manos deshabitadas,
de la cárcel de un ocaso cansado de tanto mediodía,
del río repitiendo la indefensión del agua contra la muerte.
Tu juventud era un labio caliente que besaba la cicatriz del miedo.
Tu juventud eran agallas, empachadas de distinto,
que buscaban la fiesta de pieles extendidas más allá de la playa.
Tu juventud eran los ojos de mi futuro aferrando la belleza
para hacer posibles las alas de mi vuelo.
Por eso, agradecida, yo te canto hoy, Luis,
y lanzo tu nombre en rítmico aleteo
donde habiten quimeras que te sangren.

I Martínez