Edito la entrada y modifico mi versión inglesa con las correcciones de Elena Romea, magnífica profesora, filóloga, traductora, divulgadora y un largo etcétera de facetas que me dejo en el tintero. (Para que luego diga que sus amigas la critican).
Aclaro que mi versión inglesa del poema pretendía cometer las mismas transgresiones lingüísticas que en español, y Elena me ha advertido que resultaban un galimatías incomprensible. Así que el mérito que tenga la versión dádselo a Elena
y su paciencia y el desmérito a mis versos.
Solo añadir que es un poema viejito, pasada la mayoría de edad, y que lo rescato por su valor arqueológico, si es que lo tuviera.
La rosa
flotaba en el espacio
mientras moría.
Alguien la pensó por
primera vez
para tus manos
y temía morir ante tus ojos.
Hay pequeños castillos sin Mazmorra
donde uno podría ocultarse para siempre,
quizá esperando
la rosa del espacio
pensada por primera vez
para tus manos.
Yo me quedé Sin rosa y sin castillo,
soy uno
de esos espíritus vagando
sin causa y sin objeto.
Soy una lágrima huérfana de
otoño.
Te nombré tantas veces seguidas
que una letra se Me anidó a la
lengua
y ya no pude pronunciar mi oración,
y era redonda
como tu vientre.
Pensé que las palabras
tienen un toque humano
sin su forma
en la distancia aérea
de tu voz.
Sin embargo, mientras
atabas esa rosa
que alguien pensó por primera vez
para tus manos
a tu caliente labio herido,
yo desmembraba todos mis miedos
en la tarde,
buscando una catarsis gramatical.
La Rosa desató las preguntas más abiertas.
La
rosa cayó en el hueco de mi falda,
como cae la cabeza de un amante
en el regazo
de la primera mujer.
Ya no puedo quitarme Tu sombra
cuando escribo.
En cada verbo
crece de hiedra
tu mirada.
Y aquel cadáver último que dejaste
en
mi rostro
porque yo te pensé por vez primera
rosa
para tus manos.
I. Martínez Poyatos
The rose
was floating in the air
The rose was floating in the air
while it was fading.
It was first thought to be in your hands
and it was afraid of dying
before your eyes.
There are small castles with no dugeons
where someone might hide forever,
probably waiting for the rose of the universe
thought first to
be in your hands.
I was left with no castle or rose
as one soul wandering around the world
without cause.
I am an autumnless teardrop.
Your name was so often pronounced in my mouth
that entangled my tongue
and I could not say my prayer again.
Letters were as round as your shelter.
I thought shapeless words
have a human touch
in the airy distance
of your voice.
But, while you were tying
this rose, first thought to
be in your hands,
up your warm wounded lip,
I broke down all my fears
in the evening,
seeking for the grammar catharsis
in my poem.
The rose brought the most open questions.
The rose fell down in the hollow of my skirt,
as a lover's head falls on the lap
of the first woman.
I can not forget your shadow as I write
anymore.
In every verb your gaze grows
of ivy.
And I can feel in your kiss
the last corpse
you left in my face because
I first thought of you
rose
to be in your hands.
Isabel Martínez Poyatos