sábado, 2 de noviembre de 2019

CERNUDA

Herida indecisión no es el deseo;
lo que duele es la carne en la mañana
teñida del silencio de una boca
que se cierra sin pronunciar la verdad de tu nombre,
la mentira de los cuchillos que afila la madrugada
cuando lloran los gallos la ausencia de la luna,
cuando frotan las veletas los errores de los sueños despiertos.
Llevaste dignamente tu exilio de granito
contra la tristeza que arrastra un ser sensible,
y fuiste la oración inacabada de los zapatos que preguntan
por caminos de hierba y aires en desorden.
Ven a cantar la respuesta de cuerpos-precipicio
buscándose en la noche con los puños abiertos
y las certezas cerrándose sobre los harapos de la rutina.
Ven a gastar tus cartas de ciervo moribundo
en el oasis inexiste de los placeres sorprendidos,
de las manos deshabitadas,
de la cárcel de un ocaso cansado de tanto mediodía,
del río repitiendo la indefensión del agua contra la muerte.
Tu juventud era un labio caliente que besaba la cicatriz del miedo.
Tu juventud eran agallas, empachadas de distinto,
que buscaban la fiesta de pieles extendidas más allá de la playa.
Tu juventud eran los ojos de mi futuro aferrando la belleza
para hacer posibles las alas de mi vuelo.
Por eso, agradecida, yo te canto hoy, Luis,
y lanzo tu nombre en rítmico aleteo
donde habiten quimeras que te sangren.

I Martínez

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