Comerte el mar si llega el agua al cuello,
ayunar intemperie entre hambre y frío,
sembrar palabras en diván vacío
aspirando a imprimirles nuestro sello.
Apreciar el error, ansiar lo bello,
doblegar el instante en desvarío,
disfrutar de la piedra como el río,
proclamar la victoria del destello.
Ignorar si sabrán llegar a puerto
los anhelos que matan el olvido,
huir hasta del propio desconcierto
ahondando en la verdad de lo prohibido,
abjurar de ingresar entre los muertos
soñando que perviven los sentidos.
Isabel Martínez Poyatos